El Sábado Santo nos sumergimos en un día de silencio y espera, reflexionando sobre la ausencia de la presencia física de Jesús y preparándonos para su resurrección. A través de momentos de confesión y reflexión personal en el desierto, nos abrimos a recibir la misericordia divina y a comprometernos con un cambio genuino en nuestras vidas.
Nos convertimos en girasoles, girando hacia la luz de la esperanza incluso en los momentos más oscuros. Este símbolo nos recuerda la importancia de seguir a Dios, aunque a veces no lo veamos ni lo sintamos cercano.
Y finalmente, la Vigilia Pascual nos llevó a la noche de todas las noches, donde pasamos de la oscuridad a la luz, de la espera a la celebración. A través de la liturgia de la Palabra y la liturgia bautismal, revivimos la historia de amor de Dios con la humanidad y nos comprometimos a vivir una vida nueva en Cristo resucitado.
Ayer, Domingo de Resurrección, nos reunimos en oración y en mesa redonda para celebrar la victoria sobre la muerte y renovar nuestro compromiso con los valores somascos. Que esta Pascua nos impulse a seguir adelante, llevando el mensaje de Jesús a cada rincón de nuestras vidas y del mundo.
¡Que la alegría de la Resurrección llene nuestros corazones y nos guíe en nuestro camino!
Para ver el álbum de la Pascua pincha aquí.